Velocidad del habla para una comunicación efectiva

¿Sabías que moderar la velocidad del habla aumenta la efectividad del mensaje?

 

Una investigación de Emma Rodero, profesora del Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra – Barcelona, demuestra que la velocidad óptima del habla se encuentra entre las 170 y las 190 palabras por minuto. El trabajo prueba que la velocidad al hablar del locutor o locutora y la complejidad de la información influyen especialmente en el reconocimiento de las noticias ofrecidas por los medios de comunicación. Por cierto, al final del artículo os dejo una charla TED de Emma Rodero sobre cómo persuadir a través de nuestra voz que me gusta mucho y que suelo citar en mis formaciones.

Los resultados del estudio fueron publicados por la revista científica Media Psychology e indican que la velocidad óptima del habla para facilitar el procesamiento de la información se encuentra entre las 170 y las 190 palabras por minuto. Por ello, según informó la UPF, cuanto mayor sea la velocidad, menor debe ser la complejidad de la información, y viceversa. En este sentido, señala que al emplear una velocidad menor a 170 palabras por minuto, el reconocimiento del mensaje se ve afectado. Esto ocurre porque la atención de la persona oyente es menor al tratarse de un habla menos dinámica.

Sin embargo, cuando la velocidad es mayor a 190 palabras por minuto la persona que oye se enfrenta a dificultades para seguir la información. Sucede, sobre todo, cuando lo que está transmitiendo quien habla es complejo. En el caso de que la velocidad sea superior a 210 palabras por minuto, como recoge la Universidad, el o la oyente sufre una sobrecarga cognitiva. Así no puede seguir el mensaje que se le está tratando de hacer llegar, por lo que es más probable que abandone la tarea.

Según indica la UPF en relación con el estudio, este denomina Mecanismo Dinámico Moderado a la velocidad óptima (170-190 palabras por minuto), que es suficientemente rápida para ser dinámica y, al mismo tiempo, suficientemente moderada para no impedir la comprensión.

 

Autoanálisis constructivo

 

Entre mis clientes o quienes han participado en programas de capacitación en los que he intervenido he encontrado a personas que, pese a tener proyección pública, sorprendentemente son incapaces de escucharse o verse. Recuerdo que cuando yo hice mis primeros pinitos en la radio, con 14 o 15 años me costaba oír mi voz. No obstante, esto resulta clave para avanzar, mejorar y corregir lo que sea preciso. Recuerdo las llamadas de mi madre: «Dale más ritmo, María José, para que no se duerma la gente». Entonces yo presentaba un programa de éxitos musicales del momento.

Es necesario analizarnos de manera constructiva. ¿Cómo se consigue? Desde mi punto de vista debemos identificar nuestras fortalezas de desempeño, las cualidades que intervienen cuando logramos nuestros mejores resultados. Esto no significa que perdamos de vista aquello que podríamos considerar puntos débiles o simplemente errores a evitar. Si centráramos nuestra atención siempre en nuestras debilidades, acabaríamos solapando todo aquello en lo que somos excelentes o podemos alcanzar la excelencia.

 

Ejercicios

 

Uno de los ejercicios cotidianos que sugiero a quienes expresan su dificultad para escucharse o verse, por ejemplo, tras realizar un discurso o una entrevista en radio o televisión, es volver a oír los audios que mandan por whatsapp a lo largo del día. Tan sencillo como eso. Deben hacerlo tomando conciencia de los posibles errores de comunicación rebajando al mínimo el nivel potencialmente destructivo de autoexigencia.

La mayoría se da cuenta de cuántas muletillas emplea de forma habitual. Me refiero a esas palabras o frases que repetimos mucho por hábito. Una de las más habituales es «¿vale?». Además, de este modo nos familiarizamos con nuestra voz de manera que nos esforzamos por modularla de manera adecuada en función de lo que queramos transmitir en cada situación. Con la práctica podríamos conseguir cambiar el volumen, tono, ritmo o velocidad de manera natural. Así nuestra comunicación será más eficaz.

Por otra parte, partiendo de la base de la investigación citada al comienzo propongo un ejercicio para practicar la velocidad que debemos emplear al hablar con el objetivo de que nuestra comunicación sea eficaz.

¿Qué necesitarás? Solo tener uno de los dos textos que pego a continuación al alcance para leerlo en voz alta y activar el temporizador de tu móvil. El primero es un extracto del libro Empieza con el porqué, de Simon Sinek, publicado por Empresa Activa. El segundo forma parte de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, publicado por Alfaguara. Ambos tienen poco menos de 190 palabras.

  • Lee en voz alta una primera vez de manera natural, sin forzarte a darle más o menos ritmo. Apunta el tiempo que has empleado en leerlo completamente.
  • Vuelve a leerlos a continuación tratando de entonar correctamente el texto, poniendo énfasis con tu voz donde consideres oportuno.
  • Repite el proceso al menos dos días hasta que consigas leerlo en torno a un minuto sin que la lectura resulte forzada.

TEXTO 1

«¿Y si todos pudiéramos aprender a pensar, actuar y comunicarnos como los que son capaces de motivar? Imagina un mundo en el que la capacidad para motivar no sea la práctica exclusiva de unos cuantos escogidos, sino de la mayoría. Los estudios demuestran que más del 80 por ciento de los estadounidenses no realizan el trabajo de sus sueños. Si hubiera más personas que supieran cómo crear organizaciones que motiven, podríamos vivir en un mundo en el que esa estadística fuera la inversa, un mundo en el que el 80 por ciento de las personas estuvieran encantadas con sus trabajos. La gente que ama ir a trabajar es más productiva y creativa; vuelve a casa más feliz y tiene familias más dichosas; trata mejor a sus compañeros, clientes y compradores. Los empleados motivados contribuyen a hacer más sólidas las empresas, y más fuertes las economías.

(…) En cuanto a aquellos que estén abiertos a nuevas ideas, que busquen alcanzar un éxito duradero y que crean que para alcanzarlo necesitan la ayuda de los demás, les planteo un reto: de ahora en adelante, que empiecen con el Porqué».

TEXTO 2

Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el indicador del paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra del asfalto, nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a este paso. Los conductores, impacientes, con el pie en el pedal del embrague, mantenían los coches en tensión, avanzando, retrocediendo, como caballos nerviosos que vieran la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de pasar los peatones, pero la luz verde que daba paso libre a los automóviles tardó aún unos segundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que esta tardanza, aparentemente insignificante, multiplicada por los miles de semáforos existentes en la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres colores de cada uno, es una de las causas de los atascos de circulación, o embotellamientos, si queremos utilizar la expresión común.

Al fin se encendió la señal verde y los coches arrancaron bruscamente, pero enseguida se advirtió que no todos habían arrancado».

 

Trastornos del lenguaje

 

Más allá de las recomendaciones sobre cuál es el ritmo adecuado que debemos darle a una exposición en público (por ejemplo, al hablar en una reunión o al intervenir en una entrevista en televisión), existen trastornos que deben ser consultados con especialistas, como logopedas. Es el caso de la taquilalia. Se trata de un trastorno de la fluidez del lenguaje oral caracterizado por un ritmo demasiado rápido y con un discurso desordenado.

En mi trabajo profesional como mentora de líderes y profesionales en general que han querido mejorar su comunicación me he encontrado también con personas que reflejan en su manera de comunicar un estilo de vida frenético, con cuerpo y mente sometidos a un estrés que con el paso del tiempo podría convertirse en insoportable. En estas situaciones la manera de hablar atropellada puede ser una señal de alerta de la necesidad de acudir a una psicóloga o a un psicólogo.

A continuación te dejo la charla TED de la que te hablé al comienzo y que nos ofrece estrategias muy interesantes para sonar creíbles.